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Artrosis

La artrosis es una enfermedad degenerativa articular que afecta al cartílago hialino que recubre la superficie ósea de las llamadas articulaciones sinoviales (rodilla, cadera, articulaciones de las manos, etc.).

Lejos de ser un proceso estático, la artrosis se produce por un desequilibrio entre los mecanismos de regeneración y degeneración de dicho cartílago.

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Como consecuencia de un grupo heterogéneo de factores, se produce una alteración del metabolismo del condrocito que conlleva un adelgazamiento del cartílago, asociado a cambios óseos regenerativos, que, en conjunto, determinarán las manifestaciones clínicas de la enfermedad que veremos más adelante.

¿Cuáles son sus causas?

El síntoma fundamental es el dolor, de inicio insidioso, profundo y mal localizado, que típicamente aumenta con el movimiento y mejora con el reposo.

Conforme avanza la enfermedad, el dolor se hace continuo y puede aparecer hasta en reposo. Puede aparecer, además, rigidez articular agravada después del reposo.

Las deformidades articulares aparecen a lo largo de la evolución de la enfermedad como consecuencia del aumento del componente óseo y capsular.

A la exploración física se aprecian estas deformidades así como una limitación de la movilidad con dolor a la presión, chasquidos y crepitación de la articulación afecta.

La radiología en las fases iniciales puede ser normal, aunque lo más típico es observar un estrechamiento del espacio articular asociado a esclerosis ósea y aparición de osteofitos marginales (prominencias óseas). No existen alteraciones de laboratorio específicas de la artrosis.

¿Cuáles son los síntomas?

El síntoma fundamental es el dolor, de inicio insidioso, profundo y mal localizado, que típicamente aumenta con el movimiento y mejora con el reposo.

Conforme avanza la enfermedad, el dolor se hace continuo y puede aparecer hasta en reposo. Puede aparecer, además, rigidez articular agravada después del reposo.

Las deformidades articulares aparecen a lo largo de la evolución de la enfermedad como consecuencia del aumento del componente óseo y capsular.

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A la exploración física se aprecian estas deformidades así como una limitación de la movilidad con dolor a la presión, chasquidos y crepitación de la articulación afecta.

La radiología en las fases iniciales puede ser normal, aunque lo más típico es observar un estrechamiento del espacio articular asociado a esclerosis ósea y aparición de osteofitos marginales (prominencias óseas). No existen alteraciones de laboratorio específicas de la artrosis.

¿Quién puede padecerla?

Se trata de la enfermedad articular más frecuente en la actualidad, con tendencia a aumentar en relación con el envejecimiento de la población.

Se calcula que afecta a entre un 1 y un 2 por ciento de la población, con predominio del sexo femenino y una marcada asociación con la edad.

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Por debajo de los 55 años, la afectación articular es similar en hombres y mujeres. Por encima de esta edad, la articulación más frecuentemente dañada es la cadera en los hombres y las articulaciones de las manos en las mujeres.

¿Cuál es el tratamiento?

El manejo de la artrosis está centrado en el tratamiento de sus manifestaciones clínicas y, en menor grado, en su prevención. La posibilidad de efectuar un tratamiento etiológico empieza a tener unas bases teóricas.

Tratamiento sintomático:

El objetivo deberá ser aliviar el dolor y evitar al máximo la incapacidad funcional; por otra parte debe instituirse para cada paciente de forma individual, teniendo en cuenta los distintos factores etiopatogénicos en cada caso (evitar la sobrecarga articular, control de la obesidad…).

Dentro del tratamiento no farmacológico, la fisioterapia juega un papel muy importante para mantener la fuerza muscular y la movilidad articular. Se debe planificar un programa de ejercicios para cada enfermo.

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De forma complementaria, la electroterapia (onda corta) y la termoterapia (calor local) pueden ayudar a aliviar el dolor. Los aparatos ortopédicos pueden ser útiles en determinados momentos de la evolución de la enfermedad para permitir cierto reposo articular y evitar daños mayores como desviaciones, bloqueos o caídas.

El tratamiento farmacológico incluye las infiltraciones intraarticulares con corticoides y el uso de antiinflamatorios no esteroideos (AINE), empleando siempre la dosis mínima eficaz.

Los AINE tópicos pueden ser útiles, como apoyo al tratamiento, en articulaciones superficiales.Si el dolor no remite con AINE y limita de forma considerable la actividad diaria, debe considerarse el tratamiento quirúrgico que incluye diferentes procedimientos.

Primero, si es factible la osteotomía (con el fin de evitar la distribución irregular de cargas), que aliviará el dolor y limitará probablemente la progresión de la enfermedad. Si no es posible, habría que considerar la artroplastia o sustitución de la articulación por una prótesis, muy útil en la cadera y la rodilla.

Para frenar la evolución de la enfermedad, se han ensayado dos tipos de fármacos, los de efecto sintomático de acción lenta (SAL) y los llamados condroprotectores.

Entre los primeros se encuentra el condroitín-sulfato o el ácido hialurónico, que alivian moderadamente el dolor semanas después de su aplicación, con lo que se consigue disminuir el consumo de AINE. Los tratamientos condroprotectores deben valorarse con cautela, no estando del todo clara su eficacia en la actualidad.

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Autor: Dr. Carlos Muñoz Retana

​Actualizado: 13 de Septiembre, 2022

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